Lucía a sus dos meses y medio está teniendo una regresión a su más tierna infancia: de repente, dice que ella no quiere biberón, que a ella básicamente lo que le gusta es la teta. Tócate los cojones. Con lo bien que comía ella, que lo mismo se tragaba una cosa que la de más allá. Y con lo bien que me venía, porque yo leche no produzco como para que se pueda poner hasta el culo.
Total, que esta semana pasada ha hecho menos peso que nunca, cosa de 100 gramos escasos... pero si le metes el biberón en la boca, empieza a retorcerse y a llorar... y en cuanto le sacas la teta, se agarra tan feliz y tranquila como si sólo a eso pudiéramos llamar comida.
Yo tenía entendido que estas cosas sucedían precisamente al revés: una vez que los bebés probaban los biberones, rechazaban la teta. Sin embargo, después de que a mí me haya pasado lo contrario, he estado mirando por internet y hay muchas madres que cuentan lo mismo.
Espero que poco a poco la podamos reconciliar con su viejo amigo el biberón, porque yo lamentablemente no soy la Central Lechera Asturiana... y además tampoco era mi plan amamantarla toda la vida.
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