Dicen que parir es igualito que cagar un ladrillo. Así que no dejo de darle vueltas a una cosa: yo, que para jiñar nunca he tenido que hacer mayor esfuerzo, ¿seré capaz de apretar como para expulsar a Fetaco de mi ser? Nunca me he visto haciendo tanta fuerza. Si la caca no salía porque sí, rápidamente deducía que no me estaba cagando, y desistía. Ya cagaría cuando me estuviera cagando. Y claro: esto hace que el parto suponga para mí enfrentar una situación nueva, sin los ensayos con los que cuentan en su haber todas aquellas que siempre han cagado gracias a su esfuerzo.
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