Por fin encuentro tiempo para contarlo. ¡¡Claro que ya parí!! Hace ahora 3 semanas, pero entre los primeros días en el hospital, y cogerle un poco el tranquillo a esto al volver a casa, se pasa el tiempo sin encontrar un hueco.
Todo ha sido tan genial que me cuesta creerlo! El sábado 20 de febrero era exactamente el día que “salía de cuentas”. Me dispuse a hacer mi vida cotidiana con normalidad, pero a las 9.40 h tenía consulta con el ginecólogo, el cual, cuando me exploró, me dijo: “mira, niña, estás de parto”, y yo le dije: “pero, ¿qué me cuentas?” y él, con cara de no poder creer lo que veía me dijo: “anda, tira, tira… ¡¡tira para el Maternal!!", a lo cual yo le contesté: “hombre, si me lo dice usted, que es un profesional… ahora, que menos mal que he venido…” Jajaja, así que me fui para el Hospital y efectivamente di a luz a mi preciosísima fetita.
No es que yo ese día no tuviera algunos dolores; pero llevaba un par de semanas con dolores, dilatando poco a poco en mi vida cotidiana. Había dilatado una tarde en la frutería, otra tarde en la cola de la caja del Mercadona, otra tarde dilaté un poco en El Corte Inglés. Las cosas venían así y yo las tomaba con calma, sin alarmas, simplemente suponiendo que cuando llegara el momento, lo sabría, si bien no estaba muy segura de cómo iba a poder saberlo.
En gran parte, tenía fe en parir el mismo día 20. Alguien tan disciplinado y cuadrado como yo no podía parir sino el día de salir de cuentas. De hecho el día de antes hice lo que llamé "la macro-compra de antes del parto", para que no me pillara el regreso del hospital con la nevera vacía. No quería creérmelo mucho pero era como si siempre lo hubiera sabido.
No diré que no duele. Pasé 2 o 3 horas mareada por el dolor y sintiendo que no podía más. Pero tuve suerte con todo: no había partos ese día, todo el personal del Hospital estaba pendiente de mí. Mis análisis de la epidural se habían perdido, y la gente que me atendió movió todo para solucionarlo, encargaron de nuevo los análisis de urgencia, hicieron todo para cuidarme y aliviarme. Y apareció la anestesista, una muchacha joven y guapísima que me pareció un ángel del cielo. Y el dolor pasó y ya no volvió.
Mi paso por el paritorio fue increíble. Parí en 5 minutos de reloj, y no es un decir. Fueron CINCO MINUTOS. Entré tan decidida y enflechada que mientras las matronas preparaban el instrumental yo ya casi había terminado. Y tuve la mayor suerte entre todas las suertes: escapé sin episiotomía, salí de allí sin puntos. Eso no le pasa a nadie, y me pasó a mí. Y me pusieron encima a Feti, que ahora se llama Lucía, y abría los ojos y me miraba, y espero no olvidar nunca aquello de sentir sobre mí el calor del fetito que llevaba 9 meses abrazando dentro de mi barriga.
Pesó 3.160, midió 50 cm., y en cuanto la vi me pareció Miss Feto 2010, igual le pasa eso a todas las madres, jajaja. Ya en la sala de recuperación me la puse en el pecho y empezó a mamar. Y en cuanto a mí, en cuanto me subieron a la planta, me comí una palmera de chocolate y me levanté de la cama como si tal cosa. Las dos absolutamente perfectas.
En pocos días nos hemos habituado a todo y me he recuperado increíblemente. Ya sólo tengo 2 kilos más que antes de quedarme embarazada, estoy llena de energía y me siento super bien. Lucía es tranquila, come bien, duerme bien, sonríe desde el segundo día, está fuerte y ya casi sostiene la cabeza, y sólo llora si de verdad tiene alguna razón de peso por la que quejarse.
Cuando acababa de parir, creía que lo estaba soñando todo. No podía esperar que parir fuera aquello, que todo hubiera salido tan bien. Ahora la miro y me sigue pareciendo que todo es demasiado increíble.
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